Sunday, May 10, 2015

La Máscara Mexicana: la bandera del olvido

Permítanme compartirles lo que hace algunos años hubiera anunciado, con presunción, lo que significa 'ser mexicano'.

Ser Mexicano es usar la palabra chingar en todas sus conjugaciones,
es disfrutar y vivir con el humor negro, la ironía, y la auto-humillación,
ya sea por broma, por análisis o por amargura.
Ser Mexicano es gritar GOOOOOOL con todos tus pulmones en el estadio,
o gritar PUUUTO! a los que no nos parezcan de acuerdo,
es odiar a Estados Unidos y a España, y al mismo tiempo aceptar sus 'avanzadas' influencias.
Ser Mexicano es ser mestizo, mixto,
el producto de un sacrificio del pasado por un presente que nos hace dignos de ser 'potencia mundial',
-si tan sólo no estuviéramos tan pendejos y siguiéramos eligiendo al 'gobierno que merecemos'...
Ser Mexicano es ser macho, y macha, y no rajarse, y ser ruidosos, y valientes, y corajudos,
aunque ese ruido sea el graznido de un dolor inoportuno y misterioso.
Ser Mexicano es aullar con las rancheras y boleros,
odiar a Lopez de Santa Anna,
y decir que si California hoy fuera aún nuestro,
igualmente lo serían Disneylandia
y las riquezas por que migramos.
Ser Mexicano es la 'contradicción' entre el pasado indígena y el presente 'en vías de desarrollo',
el deseo de esconder 'el indio' que llevamos,
oscurecerlo hasta que exista sólo en el Museo Nacional de Antropología.
Ser Mexicano es hablar el español correctamente, nada de 'haigan' o 'dijistes',
es saber el himno a la bandera, el himno mexicano, la historia prehispánica, la conquista, Miguel Hidalgo y Morelos, Villa, Madero, Zapata, y Benito Juarez, el gran presidente de México. Lázaro Cardenas, Porfirio Díaz, Victoriano Huerta, Los Niños Heroes. 
Ser Mexicano es conocer a Chabelo, el Chavo del 8, la India Maria, Cantinflas, (¿Memín Pinguïn?), Cri-Crí, y todos sus personajes. 

Y vaya que era una videocasetera repitiendo toda una vida de nacionalismo interiorizado. Usaba la máscara, esa que te dan en primero de primaria al entrar a la escuela, o durante el grito de independencia, o en la graduación de la secundaria. Esa máscara tricolor, hecha de humor negro y automenosprecio, del Mexico Imaginario que cuenta Bonfil Batalla, del eugenismo revertido de la raza de bronce, revertido o mas bien redirigido, a los que son demasiado oscuros y diferentes, pero jamás a los de tez mas peninsular, o gringa, o güera. Un eugenismo, una cultura urbana y mestiza, que esconden los rastros indígenas, los linajes morenos y su diversidad de pensamientos que aún viven en costumbres y en el pasado próximo y distante, lo que llaman Mexico Profundo.


Eso que brilla entre las cortinas del humor negro, de la civilización de Porfirio Díaz, o la de Benito Juarez: los indígenas que ambos atacaron con sus gobiernos, el uno con la explotación y la muerte de la esclavitud, el otro por el etnocidio y el despojo de su liberalismo y su secularismo.

La bandera mexicana es un velo, una cultura de etnocidio y de amnesia. Una cultura de los colonizadores, de los criollos que se sintieron despreciados por los peninsulares y de los mestizos que aspiraban a los privilegios criollos. Es una historia oficial, una identidad monolítica que extingue la diversidad y la autonomía local y regional.

Ser mestizo es no querer recordar/conocer ascendencia, sino adoptar una explicación simplista y estándar que nos dice, 'de indios y españoles, pero ni indio, ni español'. Como dice Octavio Paz, "El Mexicano y la mexicanidad se definen como ruptura y negación, ruptura con la historia y la tradición, y por lo tanto negación de una integridad de vida, de identidad colectiva e individual, porque a contra de Paz, quien asume que "esta separación era [es] un acto fatal y necesario, porque toda vida verdaderamente autónoma se inicia como ruptura con la familia y el pasado", me rehuso a conceder a la autonomía liberal individualista y fragmentada, ilusa por creer en la separación independentista entre individuos, que tal enunciado es verdad y necesario. Sin nuestro pasado vivimos incompletos, nos encontramos desplazados. Sin nuestro pasado, el conocimiento para vivir íntegramente es olvidado, a costa de gran daño mientras intentamos reaprender, con duras lecciones de por medio. Sin nuestra familia, morimos. Nuestra familia son los más cercanos, los conocidos, y los que no conocemos. Los que conoceremos y los que nunca conocimos. Todos nos afectan y a todos afectamos aunque no queramos.

Ser mestizo es haber nacido de la violación, de la asimilación, y usar con fuerza y xenofobia el último orgullo y arma que le queda --obsequiada por el colonizador-- para imponerse contra el indígena y obligarle a hacer lo mismo: que olvide y se convierta en mestizo, que se modernice, que se eduque, que se quite el nopal de la frente, o que muera en el olvido.

Ser mestizo es declarar el futuro del olvido plano, subir la escalera a mejorar la raza, aspirar a lo apiñonado, lo güero, lo blanco. Ser mestizo, sin embargo, es proclamar que la raza no existe. Que el racismo no tiene lugar en México, y que es mera coincidencia que entre más rico uno sea, mas blanco...

Que la India María, Memín Pinguïn, La Negrita Cucurumbé, y el Negrito Sandía no son manifestaciones del racismo mexicano contra los afro-descendientes, sino mero entretenimiento... y mas aún cuando la narración del mestizaje no incluya ascendencia africana y que ese legado sea invisible.

Nada de esto importa, mejor que escondido sea bajo la alfombra del silencio, mientras que el enemigo sea el imperialismo yanqui, los gallegos que no conocemos, pero nunca nuestro colonialismo interiorizado o el enemigo que llevamos dentro.

No sé lo que es ser Mexicano. No creo que haya una sola manera de ser mexicano, especialmente con las luchas indígenas redefiniendo esta identidad. Pero sé que esos trazos brillantes quemando a la bandera desde dentro también tienen colores tricolores. 

Es la civilización mesoamericana, el Mexico Profundo, que aún nos conecta de alguna forma. Es el dominio e influencias de teotihuacán, de los aztecas, y de los mayas... y es la colonización española, el catolicismo, y el proceso de formación nación-estado que para bien o para mucho mal, conecta nuestra historia. 

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