Thursday, March 5, 2015

Amor y muerte

Mis manos me duelen.

Me duelen mis manos...

Desde que iba en la secundaria, siempre me quedé con esa imagen de un correo absurdo (o no tanto?) que miré. Eran unas manos, brazos abiertos que mostraban la operación contra el tunel de carpel. Fue algo tan grotesco y tan amenazador, que desde entonces siempre temí que algo así me pasara a mí.

Mis brazos me duelen...

Me duelen mis brazos...

Llega hasta mi espalda, pasa por mi cuello... peso más que mi peso en el mar, mi cuerpo está exhausto. ¿Qué es lo que hace esta pinche universidad para meterme tal putiza?

Ya sabía que podría ser carpel tunnel. Pero aún así me rehuso a ir al doctor.

El año pasado llegó la prueba universitaria: la tesis. Es lo mas difícil que he hecho en mi vida. Estoy orgullosa: 130 páginas de crítica, aprendizaje, sufrimiento, confusión, esclarecimiento y analisis.

Todas esas 130 páginas las cargo dentro de mis brazos, que a veces no aguantan el dolor.

Y lo mas triste es que mis blogs, que antes disfrutaba escribir, son un reto comenzar por tener que usar el teclado.

Mis manos son la fuerza de mi espíritu creativo. Duele no poder hacer tanto con ellas como quisiera.

Pintar, tocar piano, dar masajes, hacer deporte, escribir, pararme de manos, cargar cosas pesadas, jugar luchitas. En vez de todo esto, solo una cosa a la vez...

Mis manos también son una de mis conexiones con mis ancestros...

Es chistoso, o es preciso? Que para muchos mexicanos se nos venga la espiritualidad como algo físico, no metafísico como dicen. De qué hablo? Las peregrinaciones descalzas, la danza prehispánica, los altares, los altares del día de muertos, el pan de muerto que nos encanta comer, como diría Octavio Paz...

Para mí mucha de mi espiritualidad son las partes de mi cuerpo. Así como lo puse en el dibujo: brazos, piernas, manos, nariz, ojos...




Sé que mis piernas son de la familia de mi papá. Específicamente, y probablemente, mi abuela paterna. A mis piernas les digo "cañitas", un denominador muy poco sexy para una mujer de secundaria a quien la risa sobre su "ser tilica" ya no es mas que un vientecillo chistoso. Si, tengo cañitas y lo acepto. Son de mi papá, he visto sus piernas.

Mis brazos son de mi madre. Y de su madre, y de su madre, y de su madre; esa mujer que se vino desde el Líbano cargando a sus dos hijos. Esa es la fuerza de mi carácter, y mis brazos musculosos son de lo más femenino, quiera o no le guste el hombre común (lo que sea que eso signifique). Mis brazos son lo más moreno de mi cuerpo. Mis manos, una extensión de mis brazos, son grandes y con venas resaltantes, aquello tan poco refinado que obligaba a mi abuela paterna decirme: "que manos tan feas tienes" cuando tenía 8 años en adelante. "Son como de quinceañera, demasiado grandes".

Quizá lo he explicado antes, pero mi abuela materna era "de clase", de esas gentes que se preocupan bastante por lo que tiene, que se aparenta tener, y por lo que se puede tener. Lo que no se tiene, es importante aparentarlo. Para mi abuelita, yo jamás podía ser suficientemente femenina, apropiada, educada. Y mis manos, sin remedio.

Cuando mi mamá se fue cuando tenía 9 años, dejé de verla por 5 años antes de poder visitarla en California, a los 14 años. Cuando la vi por primera vez de nuevo, se sentó a explicarnos todo lo que pasó desde su propia versión. Luego pasamos el verano juntos. Y a los dos años, otro verano juntos. Y al año, volví para quedarme a vivir en este país.

Mi mamá se fue porque tuvo una incomprendida depresión post-parto que la llevó al psiquiatrico por ignorancia de mi papa y mis abuelos maternos. Mi mamá tiene falta de litio, y sus hábitos son muy estrictos en la alimentación y los ciclos de sueño. Si mi mamá no se acuesta cuando le da sueño, debe tomar una pastilla porque después no puede dormir. Si no puede dormir, después de muchas noches se puede enfermar.

En nuestra nueva casa y vida con ella, aprendimos a no hacer ruido después de las 10 pm para no despertarla. Camina de puntitas, no corres bajando las escaleras.

También me ofrecía a darle masajes a mi mamá cuando no podía dormir. Si la relajaba y la arrullaba, quizás podría dormir sin pastilla. Cuando le daba masajes, mi mamá tomaba mis manos, las besaba, y me decía, "que bonitas manos tienes. Hacen tanto... musica, arte, pensamientos, trabajo, y curación".

Mis manos tienen mucha energía. Cuando visité a mis abuelos en Amatlán, mi tia Sahadia nos invitó a un temazcal conducido por ella. Fue mi primer temazcal, y mi tía usó muchísimas abuelas rocas que me hicieron temblar hasta las entrañas y, por primera vez, ser completamente vulnerable al calor. Cuando se aproximaba el fin de la cuarta puerta, mis labios temblaban levemente, mientras mis manos temblaban de manera mas violenta. Esa noche, soñé que nadaba en el fondo del mar, cerca de la arena. Cuando quise tocar una forma extraña debajo de la arena, una cola de raya se movió y me picó la mano.

"Lo más probable es que tengas miedo de tocar o explorar cosas", dijo mi tía Sahadia.

Mis manos, gruesas, desgastadas, poco finas, son la herencia que guardo de mis antepasados árabes e indigenas. Son el trabajo de la tierra, del rancho, de las mujeres que muelen y lavan sin parar. Son mi fuerza, y mi debilidad.

Las palabras de mi madre, sus besos en mis manos, son parte de un ciclo que se va cerrando. También son parte de la manera que trato de encontrar mis orígenes e identidad. Por una parte, mi familia morena, de ciudad, es la que es racista y clasista, la que me censura y la que critica mis brazos y mis manos de mi otra familia: de campo, modesta, sencilla. Las palabras de mi abuela paterna, que posiblemente pudieron haberme traumado un poco, fueron limpiadas por mi propia madre, quien fue maltratada por mi abuela también durante sus años de casada.

Y por más que una familia me cause rencor, al final es mi familia también. Y estar en medio de estas dos familias tan diferentes también me ha hecho quien soy hoy. Estar entre las dos, o entre los tres lugares donde crecí: Guadalajara, Amatlán, y Puerto Vallarta, me permitió mirar tres mundos donde mi personalidad se definió, aunque muchas más se confundió.

Y es por eso que el tema del amor se lo dedico a mis ancestros... porque amarme a mí significa amar de donde vengo, lo que he vivido y lo que mis abuelas y abuelos vivieron... a ellos les dedico mis honores y agradecimientos...


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