Wednesday, February 18, 2015

Home and memory – Casa y memoria


Por allá entre el trópico de cáncer y el ecuador, solo hay dos estaciones en el radar de nuestra antena: la época seca, la época de lluvias; la época del calor, y la época del frío. En cuanto a una pata salada despreocupada por las amenazas naturales, el más amenazante de los climas es el que se presentaba por diciembre, cuando los quince grados centígrados llegaban “hasta el hueso” por absurdo que se escuche.

Pero ¡que delicia!

Qué delicia indescriptible la del abril, mayo, verano, octubre; cuando el calor sofocante, en el salón de arte, sin ventanas, con cuarenta personas, enseña la mejor lección de perseverancia y aguante que solo la meditación puede igualar.

Qué delicia la desesperación a medianoche, cuando el calor es seco, y las plantas de los pies no pueden mas y necesitan pisar la regadera, por lo menos un segundo, para continuar durmiendo.

Pero no hay delicia más grande, ni sensación mas confortante, que la de dormir a la intemperie, sin preocupaciones, mientras las estrellas te susurran los secretos de la noche.

Eso es lo que podía hacer en mi hogar, en la ventana con la que crecí. Ese ejemplo es el más significativo de la protección (y libertad) del hogar. Esa sensación es la que llevo en mi corazón.



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